Bullying y psicopatología infantil
Como lo mencioné en nuestra última publicación, las personas que presentan herida de abandono suelen ser objeto de acoso escolar. Por ser un tema de actualidad, y porque varias personas me lo han pedido, antes de seguir con las heridas de la infancia hablaremos de bullying escolar.
Así se le conoce al maltrato físico o psicológico constante y deliberado que recibe un(a) niño(a) o adolescente por parte de otro(s), con el propósito de asustarlo, humillarlo y excluirlo del grupo, sin que haya habido provocaciones previas. Las agresiones pueden ser psicológicas (burlas o daño emocional), físicas (golpes o empujones), y verbales (insultos y palabras hirientes). Además, tenemos el ciber acoso, donde al impacto de las agresiones verbales y psicológicas se suma el alcance de las redes sociales.
En 2019 la OCDE realizó un estudio para medir la extensión del acoso del bullying en México, y encontró que casi 19 millones de alumnos son víctimas, lo que significa que somos el primer lugar mundial, con seis de cada 10 niños experimentando algún tipo de violencia en forma cotidiana. El estudio concluye que más del 40% de los estudiantes es víctima de acoso, que uno de cada cuatro recibe insultos y amenazas, que casi uno de cada cinco es objeto de violencia física, y que poco menos de la mitad recibe violencia verbal y psicológica, incluyendo la que ocurre en redes sociales.
En este sentido, cabe destacar que a principios de la década pasada el Instituto de Salud Pública (INSP) difundió un estudio sobre acoso escolar en escuelas del sur del entonces Distrito Federal, y encontraron que solo el 25% de los estudiantes había sido victimizado. Esto es interesante (y preocupante) ya que este porcentaje fue similar al reportado previamente por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), lo que sugiere que en 15 años el fenómeno casi se ha triplicado.
El acoso escolar tiene tres tipos de participantes: Las víctimas, los acosadores y los testigos que no hacen nada. Todos los que participan se ven afectados.
Las consecuencias para las víctimas son graves, ya que un rasgo que casi todas comparten es que, por alguna razón, no pueden hacer frente a sus atacantes. Pierden la confianza en sí mismos y en otras personas, bajan sus calificaciones y se aíslan al punto que dejan de ir a la escuela. En casos más extremos presentan depresión, ansiedad, ataques de pánico, auto lesiones e incluso ideas suicidas.
Como madres y padres de familia hay que estar muy atentos a las señales que reflejan de acoso. Si el niño:
· Observa cambios de humor repentinos;
· Se niega a participar en actividades escolares y no tiene amistades;
· Está triste, llora mucho o se enoja sin razón;
· Si tiene pesadillas o cambios en los hábitos de sueño;
· Si pierde o se le rompen los útiles y pertenencias como lentes, mochilas, suéteres, etcétera;
· Si empieza a presentar con frecuencia golpes, moretones o rasguños y dice que se cayó;
· Y si no quiere ir a la escuela
Lo más probable es que esté viviendo una situación de acoso, cuya detección en mucho depende de los profesores.
Si un niño (a) posee características muy diferentes a sus compañeros, ya sea físicamente o por carácter, es un blanco potencial. Asimismo, como el bullying suele ocurrir cuando los maestros no están, es necesario estar atento a lo que pasa en pasillos y patios.
Si como docente, notas que el grupo abuchea o se burla de un alumno, que hay estudiantes que faltan mucho, que se quejan de maltrato, que no tienen amigos y que pierden sus pertenencias, o si hay nombres de niños que aparecen escritos en el baño, probablemente estás ante señales de acoso.
El acosador también sufre, ya que posiblemente provenga de una familia un entorno familiar que lo contenga y le dé amor, con un padre violento o ausente, y creciendo sin estructura, reglas o límites. Esto lo ha expuesto a mucha violencia tanto real como ficticia, a través de medios de comunicación o video juegos, y lo lleva a actuar agresivamente porque busca aceptación y poder.
Con el tiempo se va haciendo más difícil que abandone su conducta abusiva, pues se acostumbra a que eso sea lo que se espera de él, y terminará, tristemente, desensibilizado ante la violencia, lo que en el futuro lo pondrá cada vez en mayor peligro. El citado estudio del INSP menciona un análisis retrospectivo realizado en Estados Unidos, que encontró que el 6% de los individuos que estuvo implicado como agresor presentaba historia familiar de conducta antisocial, con riesgo significativo para abandono de estudios y adicciones, además de presentar una variedad de trastornos (bipolar, de conducta, de personalidad tipo histriónico, paranoide, o antisocial).
Muchos nos preguntamos si los niños que presentan comportamiento violento en un momento puntual sin sentir remordimientos sufren de psicopatía infantil. La respuesta es no necesariamente, ya que ésta se caracteriza por ser continuada en el tiempo y por tener manifestaciones realmente alarmantes.
Si un niño pega a otro por diversión sin duda es preocupante, pero, no tendríamos por qué estar necesariamente ante un caso de psicopatía infantil. Antes de realizar el diagnóstico, se deben contemplar otras posibilidades como la liberación emocional que un niño que sufre malos tratos siente al tratar mal a otras personas de su edad.
Aunque no pareciera, los testigos también sufren las consecuencias del bullying, ya que no hacer nada es como aprobar la violencia – y frecuentemente eso es lo que ocurre. En muchas ocasiones, cuando alguien pone un alto, las agresiones cesan y un testigo puede ser esa persona. Faltar a ello deja sentimientos de remordimiento o culpa que pueden ser permanentes. De igual modo, cuando un testigo no hace nada, poco a poco se desensibiliza y pierde la capacidad de solidarizarse y empatizar.
¿Cómo prevenir el bullying? En una palabra: visibilizándolo. Hay que hablar con niñas, niños y jóvenes sobre el bullying y dejar claro que no se debe ejercer ni permitir. Como padres, estar muy presentes en la escuela y mantener una relación cercana con los maestros y como maestros, muy atentos al entorno. Es fundamental crear en casa un entorno libre de violencia, sin sobre proteger a los niños, enseñándolos a ser asertivos y a poner límites sanos. De igual modo, promover una educación con valores tales como la tolerancia y la inclusión también contribuyen a la contención del fenómeno.
El bullying, por desgracia, se ha convertido en una característica de nuestra sociedad. Contenerlo, visibilizarlo, evitarlo y erradicarlo es una tarea en la que todos debemos participar.
Como siempre, gracias por leerme.
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